Criminológicamente su imagen ha sido inflada,
presentándolo a menudo como emblema de renovación, cambio o progreso (tesis
filoneista de Lombroso y Laschi) en contraposición al mineismo entendido como
inercia o conservadurismo. La literatura penal de comienzos del siglo pasado se halla .llena de distingos entre delincuente político, social o anarquista. Hoy día, las
distinciones han sido superadas por la transformación .de lo político, como
consecuencia de una serie de ideologías vigentes en el mundo contemporáneo. La
finalidad política en el momento que vivimos puede ser nazista, nacionalista, marxista o socialista, por ejemplo.
Aunque muchos se apoyan en la motivación y en la finalidad para darle a un delito el
carácter de político, parece ser que éstas aunque pueden dar lugar a una justificación o atenuación en ciertos casos, constituyan débil base para erigir al delito político en una entidad delictiva propia. Los psicólogos y psiquiatras que hacen Criminología hablan de constelación de motivos, lo que muestra la imposibilidad de establecer claramente la verdadera motivación. Lo único que puede afirmarse es que en él confluyen una complejidad de impulsos, tendencias, necesidades y fines.
Es más valedero sostener que la tesis del delito y del delincuente político es ante todo consecuencia de una necesidad socio-política y no creación de una entidad penal criminológica con características propias, que permitan diferenciarla del delito y del delincuente común. La diferencia entre uno y otro (delito político y común) ha ido
desapareciendo gradualmente, a medida que la vida se politiza más y más. Las
concesiones de amnistía e indulto no significan necesariamente el reconocimiento de
una categoría especial de criminalidad, sino una decisión política impuesta por una
serie de circunstancias. Curiosamente quienes claman por imponer la amnistía, la
rechazan cuando ella se pretende aplicar o se reclama por el terrorista o secuestrador de la ideología contraria a quien estiman un criminal común. En los países socialistas, las amnistías o indultos son de rara ocurrencia dada la resistencia a reconocer tal categoría a quienes delinquen en oposición al régimen impuesto. La práctica es conceder liberaciones o rehabilitaciones, pero infortunadamente en este último caso, cuando el rehabilitado ya no existe.
Volviendo a la motivación del delincuente político, cabe anotar que el torturador puede tener desde el punto de vista político, una idéntica o no a la imperante o impuesta por el régimen a quien sirve, o simplemente puede remitirse a cumplir una orden; la del guerrillero puede estar precedida de elementos personales, educacionales, que se manifiestan en la toma de sus decisiones; el terrorista raramente actúa por motivos libres de prejuicios (revanchistas, racistas, de denominación, etc.) y su actitud se caracteriza por su inflexibilidad, su rigidez y su incapacidad de diálogo; lo que explica que, pese a las actividades que comete, raramente logre mediante ellas su finalidad.
Los ejemplos y análisis sobre la criminalidad política, nos muestran, primero: que la misma no es siempre expresión de altas miras humanitarias, igualitarias, altruistas. Segundo, que en cuanto a motivación se refiere, esta suele aparecer más clara en la criminalidad convencional. Tercero, ninguna ideología es capaz jamás de llevar a cabo los cambios a la estructura socio-económica y política prometidos como algo superior o deseable respecto al pasado o presente. Cuarto, una vez instalada una ideología subversiva por afanes de aseguramiento y permanencia, se convierte en una dictadura con sometimiento de las personas y violaciones de los derechos humanos. Quinto, toda ideología política tiende a ser imperecedera, finalidad utópica y contraria a la dignidad humana. Sexto, el único que podría ser considerado delincuente político es el disidente que sin violencia o usándola dentro de límites razonables, trata de hacer efectivo, en cuanto a él o a la comunidad, los derechos humanos fundamentales (libertad, igualdad, dignidad y seguridad).
Complementado lo anterior, agreguemos que el disidente es uno de los fenómenos
más marcados de nuestro tiempo, tanto en países capitalistas como socialistas y existe como tal, porque los regímenes en unos y otros se han transformado en "sistemas", dentro de los cuales la sociedad es más receptor que el elemento dinámico de transformación que debería ser.
Otro fenómeno, es que la politización de la criminalidad común va en aumento. Hoy tienen motivación política, la invasión de tierras por campesinos, los motines carcelarios
(derechos humanos, oposición a ser rehabilitados), lo que va otorgando a unos y otros una cuota de poder político.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
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